Pues como siempre, en el Rastro te puedes encontrar cualquier sorpresa, y en este caso traigo la muy agradable de un cuaderno de caligrafía que no sé en que año datar, pero que seguro que hicieron sudar al pobre Carlos-María que fue dueño - y a la vez esclavo - del mismo. Creo que todos sonreimos solo con imaginar al crío sacando la lengua y esforzándose en imitar las letras y palabras que componían la cartilla.
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