Fue un amor a primera vista. Entré al estanco a comprar un bonobús y la ví, tímida y tranquila, en su rincón en la vitrina. Casi no podía creer que fuera tan bella. Me fuí sin ella, pero a la vez siguiente que fuí al estanco ya no pude más y salí de allí con ella.
Desde entonces ha estado presente siempre en un cajón de mi mesilla, ya sin sus cerillas originales, a veces con algún "tesoro" dentro, a veces - como ahora - vacía. Pero siempre bella, y cada vez que por casualidad o con intención la miro, me sigue pareciendo una de las joyas de mis colecciones.
Es finlandesa, y en ella pardillos y pinzones mantienen una tranquila conversación, en la que no es lo menos importante todo el juego de miradas que hay entre ellos.
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