Si hay una asignatura que tengo pendiente en el coleccionismo de papel, es posiblemente la glucofilia, es decir la de coleccionar sobres de azúcar. De hecho, he iniciado la colección de los mismos varias veces porque están entre los objetos más asequibles y muchas veces bonitos que utilizamos de forma cotidiana. Pero el hecho de la duda de si sacar o no el azúcar, y el hecho añadido de que hagas lo que hagas se quedan arrugados y por fin que no he encontrado la forma de colocarlos a mi gusto, ha hecho que al final optase por objetos de papel más lisos y menos - desde mi punto de vista - problemáticos.
Repito que hay auténticas maravillas, y de hecho con un simple rastreo en Internet buscando como se llamaba esta afición he visto varias paginas que me han puesto la piel de gallina de deseo compulsivo.
Pero cuando empecé el blog decidí exponer solo - o casi - lo que obra en mi poder, y como quiero llegar a hablar de toda afición de papel opté por aprovechar cuando me tomo un café en cualquier bar para arramplar con todo sobrecito que hay a mi alcance. ¿Que el bar no tiene sobres de los tradicionales sino de los tubulares actuales? Pues sé que la siguiente procuraré ir a alguno que tenga de los de diseño tradicional.
Y en una cafetería junto a la Plaza Mayor he encontrado esta maravilla, sino de diseño sí de contenido. La verdad es que no sé quien es el autor o autores pero para mí tiene un gran merito el dedicarse a buscar por los libros de historia para sacar a la luz estas breves anécdotas culturales.
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